sábado, 20 de febrero de 2010

La “Objetividad” del conocimiento en la ciencia social y en la política social (Max Weber).

Resumen

Publicado en 1904, el artículo titulado LA “OBJETIVIDAD” DEL CONOCIMIENTO EN LA CIENCIA SOCIAL Y EN LA POLÍTICA SOCIAL contiene los elementos fundamentales de la concepción de la ciencia social alumbrada por MAX WEBER y puede considerarse, por ello, como uno de los escritos fundacionales de la sociología contemporánea. En sus páginas, Weber expone su concepción de la nueva ciencia social, señalando ante todo su objeto de estudio –el significado cultural de los fenómenos sociales– y la naturaleza y características de los conceptos con los que opera –los “tipos ideales”–. La ciencia social weberiana se destaca por la función metodológica que desempeñan en la delimitación del objeto de investigación los valores dominantes en la sociedad, pues es precisamente la relación con algún valor cultural la que suministra al investigador la perspectiva para construir su objeto de estudio. Este perspectivismo y el hecho de que los valores o ideas dominantes cambien en el tiempo no implica, sin embargo, que los resultados de la ciencia social sean “subjetivos”, pues también el científico social está sometido, en la aplicación de los instrumentos conceptuales con los que opera, a las normas del pensamiento. (Alianza Editorial)

La Objetividad en las Ciencias Sociales.

La objetividad

Nelson Manrique (Historiador)

Existe una manera de abordar la objetividad en la investigación social que goza de una amplia aceptación. Esta consiste en declararse “neutral” frente a aquello que se estudia; así –según este razonamiento– los juicios que uno suscribe no serán distorsionados por sus simpatías o antipatías, por sus amores y odios. De aquí se desprende un corolario que guía la reflexión de numerosos investigadores: lo ideal es ubicarse en el justo medio.

Un primer problema de esta opción es que alimenta un pensamiento parasitario: quien escoge el término medio asigna una posición a las ideas existentes en plaza (radicales o conservadoras, progresistas o reaccionarias, etc.) para luego buscar ubicarse en una posición equidistante de ellas. Esta es una fórmula segura para la mediocridad: nos protege de cometer grandes errores, pero nos vacuna igualmente contra los grandes hallazgos.

El segundo problema, con mucho el más importante, es que la “neutralidad” en la investigación social es una ilusión. Como escribí en un artículo anterior, los seres humanos–incluidos por supuesto los investigadores sociales– somos producto de, y estamos contenidos en, la sociedad que pretendemos comprender. No somos pues un sujeto cognoscente situado fuera e independientemente del objeto que estudiamos sino somos su hechura. El idioma que hablamos, la identidad social que nos define (nacional, étnica, religiosa, de clase, etc.), las categorías con las que intentamos conocer el mundo, las ideologías, imaginarios, representaciones que adscribimos, etc., son hechos sociales que existen desde antes de nuestro nacimiento. Por otra parte, nacer en un hogar acomodado o en uno pobre, en la ciudad o el campo, dónde se estudia, tener por lengua materna el castellano, el quechua o el asháninka, etc., va a influir en la forma cómo vemos el mundo. A ello añadiremos nuestras propias experiencias y opciones.

¿Simpatizar con aquello que uno va a estudiar garantiza una buena investigación? No, si, por ejemplo, nos ciega ante las facetas de la realidad que no nos gustan, y esto vale igualmente si detestamos nuestro objeto de estudio. Lo esencial, creo (esto es una cuestión de temperamento), es que nuestro tema sea capaz de apasionarnos; pero esto, claro, es válido para toda empresa humana.

En nuestra forma de conocer, optar o decidir influyen muchos elementos que están por fuera de nuestro control consciente; ese es uno de los mayores hallazgos de las ciencias del hombre. Por eso es ilusorio pretender que por un acto de voluntad podemos ponernos por encima de las solidaridades sociales que hemos forjado, nuestros prejuicios, fobias y simpatías inconscientes, etc., para producir un conocimiento incontaminado. El escritor José Bergamín lo expresó en una frase muy aguda: “Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto (y soy subjetivo)”.

Por eso es ingenua la crítica de quienes creen decir algo muy profundo al atribuir errores al oponente explicándolos por su ideología, sin que se les ocurra que sus propias proposiciones tienen también un sustrato ideológico. El pensamiento más crudamente ideológico cree que la ideología distorsiona la percepción de los demás pero no la de uno mismo, porque uno piensa, limpiamente, “en científico”.

¿Es imposible entonces la objetividad? En las CCSS podemos hablar más bien de grados de objetividad, que pueden ser mayores en la medida en que seamos capaces de poner bajo control nuestros sesgos conscientes e inconscientes. La paradoja es que suele ser más objetivo quien es capaz de poner sus sesgos sobre la mesa en comparación con aquel que ingenuamente cree que no los tiene y que, al no reconocerlos, no puede controlarlos.

La ciencia, por otra parte, se construye en la confrontación de ideas y esta suele desarrollarse mejor cuando quienes participan en el debate son conscientes de sus sesgos y opciones ideológicas. Esa es la gran lección metodológica que brinda Mariátegui en la “Presentación” de sus 7 Ensayos… y que, obviamente, suscribo: “no soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano … Es todo lo que debo advertir lealmente al lector a la entrada de mi libro”.

Fuente: Diario La República. Martes 19 de Enero del 2010.

Concepto de Tiempo Histórico.

El Tiempo Histórico

Eddy Romero Meza (Investigador)
Según A. Trepat, dentro de la epistemología histórica de principios del siglo XXI, el tiempo histórico puede ser definido como la “simultaneidad de duraciones, movimientos y cambios diversos que se dan en una colectividad humana a lo largo de un periodo determinado” (1). Mientras para, R. Koselleck, el tiempo histórico es el núcleo epistemológico de la historia. Según este autor está conformado básicamente por dos componentes: cronología (historia estática), y la periodificación (historia dinámica).

Por su parte Neri, nos habla acerca del origen de este: “…el tiempo histórico se construye a partir de los conceptos de sucesión y duración, y después otros conceptos requieren ser enseñados más específicamente: periodización, cronología, cambio y permanencia, simultaneidad, etc.”.

En ese sentido se puede concluir también que el tiempo histórico es una construcción mental que los historiadores desarrollan a partir de sus investigaciones e interpretaciones. Así el tiempo histórico es el tiempo de la historia (subjetivo e interpretativo)

Pero también el tiempo histórico es un metaconcepto que se utiliza de distintas formas, entre otras causas, por las diferentes concepciones historiográficas.

Tiempo histórico no es el mismo que el físico, sino que corresponde al tiempo subjetivo. Es el tiempo que nace a partir de la interpretación que hacen los historiadores de los hechos, del pasado de las sociedades. El tiempo histórico es en definitiva aquel que permite conocer y explicar las sociedades a través del tiempo.
Dos grandes líneas interpretativas del pasado humano son el modelo positivista y el modelo estructuralista, estos conciben el tiempo histórico desde sus distintas visiones.

(1) C. A. TREPAT y P. COMES: El Tiempo y el espacio en la didáctica de las ciencias sociales. Barcelona: Graó-ICE Universitat de Barcelona. 1998.

Concepto de Tiempo Cronológico.

El Tiempo Cronológico

Eddy Romero Meza (Investigador)

El tiempo cronológico, es el soporte sin cual existiría el tiempo histórico, y en ese sentido su comprensión es previa al aprendizaje del tiempo histórico.

Como recuerda la doctora Gladis Calderón; “la cronología permite ubicar el hecho histórico en su tiempo y en relación a los demás hechos, identificar lo que es propio de una época y lo que constituye una nueva tendencia, forma o estructura de la etapa anterior”(1).

La cronología (del gr. Kronos, tiempo y logos, estudio o tratado), es consubstancial a la historia, pues fija el orden y las fechas de los hechos o acontecimientos históricos. Se concibe también, como: “Un tiempo formal y mecánico entendido como sucesión de diversos lapsos ritmados por fenómenos físicos, o por medidas más o menos arbitrarias”(2).

El tiempo cronológico, es el punto de inicio que permite a los estudiosos, percibir los diversos tempos (ritmos) de la historia.

El tiempo cronológico, sin embargo, no debe ser confundido con el tiempo social o histórico ya que a pesar de que mide el decurso de las existencias individuales y colectivas, no explica nada de lo que mide.

Recordemos que la historia de la medición del tiempo, se dio inicio desde épocas remotas, a partir de la observación del firmamento y las regularidades del movimiento del sol y la luna.

(1) G. CALDERÓN ANDREU. Tiempo, historia y sociedad. Serie ensayos nº 4. Univ. de Lima.1994. pág. 31.

(2) F. XAVIER HERNÁNDEZ CARDONA, FRANCESC X. HERNÁNDEZ. Didáctica de las ciencias sociales, geografía e historia – Edit. Grao. 2002. pág.

Concepto de Gobernabilidad y Gobernanza.

La gobernabilidad

Sinesio López Jiménez (Sociólogo)

En sus orígenes tuvo un sentido conservador. Pero con el tiempo la gobernabilidad se ha transformado en un concepto relativamente neutro que es utilizado por los teóricos y los políticos de diversas orientaciones ideológicas y por los regímenes políticos democráticos y de los otros. La razón principal es que ningún gobierno, ningún régimen político y ninguna sociedad, en suma, pueden vivir en el caos permanente. Todos ellos requieren un mínimo de orden para hacer viable la convivencia social. Huntington, politólogo conservador, escribió en uno de sus libros clásicos, El orden político en las sociedades en cambio, que uno de los méritos de los regímenes comunistas era haber logrado organizar un alto nivel de gobernabilidad. Hasta donde sé el primer teórico en usar el término fue Max Weber, destacado sociólogo alemán, quien lo utilizó en sus escritos políticos para señalar que la democracia como contenido (valores, bienes, participación, soberanía popular) chocaba con la gobernabilidad y que, por eso mismo, era necesario organizar la democracia como procedimiento; esto es, postular una democracia como un método (las elecciones) a través del cual los ciudadanos eligen a sus gobernantes y representantes y los dejan gobernar.

Como concepto, sin embargo, el primero en aludir a ella, fue Tomás Hobbes quien, como todos los teóricos del contrato, fundamentó la política en el estado de naturaleza y, en su caso particular, en la guerra de todos contra todos y en el miedo. Ello induce a los ciudadanos, según Hobbes, a entregar sus derechos absolutos al Leviatán, el dios mortal que, en nombre del Dios inmortal, crea el orden (la sociedad civilizada) para que todos puedan vivir en paz. Hobbes resumió sus ideas centrales en el símbolo del Leviatán que adorna una de las carátulas de su libro (porque hay otra elaborada y dedicada a su amigo Carlos II) en la que aparece la mitad superior del cuerpo de un hombre, constituido por múltiples cabezas (inteligencias y voluntades) de hombres mirándose entre sí, que observa y domina el mundo, que adorna su cabeza con una corona de rey y que sostiene el báculo del Papa con su brazo izquierdo y la espada con el derecho. Es el símbolo del Estado Soberano que ejerce el poder porque él, ya no Dios, es el titular del mismo gracias a la voluntad de los ciudadanos.

Fundando la política, ya no en la naturaleza humana, sino en la historia –como todos los científicos sociales modernos desde Montesquieu en adelante– fue Tocqueville, el teórico político más importante del siglo XIX, quien sostuvo que cuando una sociedad producía más movimientos sociales que instituciones generaba necesariamente inestabilidad. Se adelantó a lo que hoy la ciencia política llama gobernanza. En la década del 70, Huntington, Crozier y Watanuki, de la Comisión Trilateral, retomaron y radicalizaron hacia la derecha el concepto weberiano, afirmando que la democracia, al estimular las demandas de los ciudadanos, sobrecargaba al Estado, lo inducía a la crisis y generaba inestabilidad e ingobernabilidad. Su propuesta conservadora era limitar la capacidad que tienen las democracias de formular demandas.

En la misma línea conservadora, añadiéndole un toque tecnocrático, los neoliberales de los 80 y 90 identificaron la ingobernabilidad con la parálisis decisoria como resultado de la presión social y del escrutinio público desplegado por los ciudadanos, estimulados por la vigencia de la democracia. Su receta igualmente conservadora fue concentrar el poder de decisión en la cúpula (Presidente, alta burocracia y poderes fácticos) y gobernar apelando a la sorpresa y al secreto (los decretos de urgencia).

La ciencia política convencional diferencia la acción de gobierno, la gobernanza (el conjunto de reglas, procedimientos y rutinas que regulan a la primera) y la gobernabilidad, y reduce esta última a los factores estructurales que limitan o potencian las políticas públicas desplegadas por el gobierno. Se dice entonces, por ejemplo, que una región, un país o un continente son ingobernables porque poseen un bajo grado de desarrollo, no tienen un Estado consolidado, son agobiados por una profunda desigualdad social, etc. Me parece que esa perspectiva es unilateral puesto que los problemas de la gobernabilidad atraviesan las instituciones (gobernance) y la acción de gobierno (goberning). De hecho, existen actores (el caudillismo, los outsiders, el movimientismo) y acciones de gobierno (la improvisación, los exabruptos, las inspiraciones de García por ejemplo) que afectan la gobernabilidad. Igualmente existen diseños institucionales (la designación presidencial en elección de dos vueltas, el sistema proporcional puro, el presidencialismo plebiscitario exacerbado –tipo García–, la inexistencia de un sistema de partidos) que afectan seriamente la gobernabilidad. Tengo la impresión que García y el Apra tienen un concepto primario, unilateral y conservador de la gobernabilidad. Ellos están dispuestos a sacrificar la democracia y la transparencia en nombre del orden neoliberal. Ese y no otro es el sentido de la coalición aprofujimorista formada recientemente en el Congreso.

Fuente: Diario La República. 08 de Agosto del 2008.